30 nov 2012 | Por: Nacho

Alfabeto

Hace ya casi un año os expliqué el proceso de formación de la letra eñe. No obstante, no quisiera que pensarais que se trata de una maravillosa excepción de la que enorgullecernos, pues todas las letras de todos los alfabetos, en cuanto símbolos, tienen su pequeña historia. Así, al igual que el símbolo √ –indicante de radicales– procede de la deformación de una erre y el símbolo & combina las letras ET (en latín, la conjunción y), cada una de nuestras letras se formaron a partir de algún otro referente de la realidad, en concreto:

A: El fonograma egipcio para la primera letra del alfabeto latino (y muchos otros indoeuropeos) representaba un águila, imagen que se simplificó en la escritura hierática de modo que parecía la cabeza de un buey (se aprecia mejor si se invierte el carácter: ∀), por lo que llegó con esta forma a los fenicios (en su idioma, como en hebreo, el nombre de la letra a –alef significa buey), quienes volvieron a simplificar el carácter girándolo casi noventa grados, progresión que se mantuvo hasta el alfa griega, que llegó casi sin modificaciones al latín.

 

B: En escritura jeroglífica, esta letra se asemejaba a la planta de una casa (byt en protosinaítico y beth en fenicio), deformándose su grafía con el tiempo hasta formar, a partir del etrusco, la beta griega, nuevamente muy similar a la be latina. Es de esta palabra, junto con la anterior, de donde viene la palabra alfabeto (igual que sucede en español con abecedario).


C/G: Aunque no lo creáis, ambas letras poseen un mismo origen, dado que sus respectivos sonidos eran indistintamente representados con la ce etrusca, más o menos simétrica a la actual. Estas letras, pues, encuentran su raíz en la gml protosemítica, con el significado de camello, por lo que las posteriores gimel fenicia y gamma griega trataron de simular de algún modo la joroba de este animal. Más tarde, en el siglo III a. C., se agregó un pequeño rasgo a la C para generar una nueva letra: la G.


D: El pictograma original pretendía ser una puerta, pasando con tal sentido a las lenguas protosemítica y fenicia (daleth). Cada vez más deformado, el símbolo acabó transformándose en la delta griega, cuyas formas mayúscula y minúscula inspiraron las actuales grafías.


E: El sonido de esta letra evoca la respiración humana, por lo que antiguamente era un símbolo del alma humana, representado en la figura de un hombre alzando los brazos al cielo. Este glifo fue esquematizado y más tarde alterado por los fenicios, empezando a parecerse a la epsilon griega, que es la que llegó al latín.


F/U/V/W/Y: A pesar de su parecido actual con la anterior letra, la grafía de la efe simboliza una maza que se fue abriendo con la waw (garfio) fenicia hasta culminar, grafía etrusca mediante, con la digamma griega, hermana mayor de la efe latina. Sorprendentemente, la misma waw evolucionó desde un fonograma totalmente distinto, volviendo a divergir para formar las letras u y uve (ya sabemos que ambas eran la misma letra en latín), así como la uve doble (huelgan explicaciones) y la i griega (ipsilon) o ye, originalmente pronunciada como una i corta.


H: La eta griega, que es básicamente la actual hache, supone una variante de la het fenicia, a su vez simplificación de un pictograma egipcio en forma de terreno cultivable o valla.


I/J: La i latina deriva de la protosinaítica iod (brazo con mano), que pasó muy simplificada al griego renombrada como iota, añadiéndosele durante el Renacimiento el punto de la forma minúscula para no confundir en escritura gótica «iu» con «ui» e «in» con «m». La jota o i holandesa es sólo una variante caligráfica de la anterior (de hecho, su nombre deriva de la letra griega), como demuestra que también se añadiera el punto a su minúscula.


K: En egipcio antiguo, esta letra se representaba mediante una mano (en fenicio, kaf), alterándose con el tiempo hasta llegar al etrusco como símbolo reflejo de la kappa griega, que básicamente correspondería con la ka actual.


L: Aunque originalmente estaría representada por un tigre (labo), acabó transformada en un cayado (ut) que fue modificado y girado en cada alfabeto. De ese modo, la lamed fenicia dio lugar, a través del etrusco, a la lambda arcaica griega. No obstante, la ele latina es más parecida a la forma etrusca que a esta última.


M/N: Sendas letras proceden del fonograma egipcio –pronunciado como ene– que representaba mediante una sucesión de ondas el agua. Sin embargo, tuvieron evoluciones distintas, conservándose la eme como evocación del mar desde la mym protocananea hasta la mi griega y transformándose la ene, primero, en una serpiente (dy), simplificada posteriormente en la nûn semítica, que, pasando por el fenicio y el etrusco, daría lugar a la ni griega.


O: Con una grafía que recuerda a su pronunciación, se trata de la simplificación de un ojo (ir en egipcio y oyn en fenicio), siendo la omicron griega la letra que usamos en la actualidad.


P: Inexistente en el egipcio, halla su origen directamente en la letra protosinaítica peh (boca), siendo un intento de representación de dicho referente, posteriormente simplificado en la letra pi, si bien la pe latina guarda mayor semejanza con las formas fenicia y etrusca.


Q: Aunque hay quienes buscan su origen en el antiguo signo nahas (gran serpiente), probablemente entronque con la qof protosemítica, con el significado de mono (de ahí el 'rabito', presente también en la kappa griega).


R: En fenicio, resh o ros significaba cabeza (en español, es un tipo de gorro, pero ambos términos no guardan semejanza etimológica a pesar de esta relación semántica), ya que este fonograma representaba una cabeza en lenguaje protosemítico. No obstante, este símbolo evolucionó hasta convertirse en una perfecta pe (basta observar la ro griega), a pesar de que luego se deformase para conformar la letra erre que conocemos en la actualidad.


S: También directamente relacionada con el protocananeo, solía tener la forma de una uve doble con curvas, ya que pretendía asemejarse al contorno de un diente (shin). Girada noventa grados en el etrusco, dio lugar a la sigma griega y, posteriormente, a la ese latina.


T: Tomando como referente la forma original egipcia (un aspa), recibió en hebreo el nombre de tau, que engloba los conceptos de marca, signo, aspa, cruz y similares, por lo que simplemente se giró para darle una forma de cruz que se deformó en el etrusco, pasando al griego aún con la denominación semítica.


X: Curiosamente sin relación con la anterior, originalmente no consistía en un aspa, sino en un pilar, dyed (egipcio) o samekh (protosinaítico). Sucesivamente simplificada de alfabeto en alfabeto, recibió su forma actual en el griego tardío desde la letra ji.


Z: En arameo, zai puede traducirse como puñal, significado que pasó al protosemítico (zyn) y después al fenicio (zayin), heredando su grafía evolucionada el griego en su letra dseda, virtualmente exacta a la zeta actual. La virgulilla de la cedilla (Ç), por cierto, no es sino una zeta imbricada en la ce.




El hecho de que en esta entrada sólo señale el origen de las letras mayúsculas es porque las minúsculas no son más que variaciones de éstas para facilitar la escritura ligada.

¡Gracias, Miguel!


FUENTE E IMÁGENES (MODIFICADAS): WIKIPEDIA

FUENTE COMPLEMENTARIA: ETIMOLOGIAS.DECHILE.NET
11 nov 2012 | Por: Nacho

Sal+le

Como apreciaréis, el título de la entrada corresponde con la que todos los blogs han dado en llamar "la palabra que no se puede escribir [en español]", en honor al post donde por primera vez se detectó el que posiblemente sea, según dicen, el único bug (fallo de sistema) de la ortografía española:

Hace un mes, como digo, en el blog enlazado (que ya se atribuye orgullamente el descubrimiento, aunque el fenómeno era conocido con anterioridad) se publicó una entrada que recogía una consulta a Fundéu sobre cómo escribir el imperativo singular de salir más el pronombre enclítico le (salirle) en expresiones como "salirle al paso" o "salirle con una excusa". Efectivamente, no existe problema alguno para los pronombres personales plurales (salidle), vos (salile) o usted (sálgale), pero en el caso de se plantea la cuestión de cómo escribir algo perfectamente expresable oralmente (en latín o catalán, por ejemplo, numerosas palabras se pronuncian con doble ele y no con elle), dado que el imperativo singular sal más el pronombre átono le daría como resultado natural salle.

Como he podido leer en las respuestas al post en cuestión, "la forma regular del imperativo de los verbos que terminan en –lir suele ser –le", como en pulir-pule-púlele (aunque antiguamente el imperativo de valer era val), por lo que seguramente la opción más cómoda y sencilla sería añadir una vocal de enlace (epentética o eufónica) a modo de infijo (sálele), lo cual es absolutamente compatible con las normas y tradición del idioma español; es más, en Latinoamérica no es poco habitual ver expresado el imperativo singular del verbo como sale (de hecho, el imperativo de sobresalir es sobresale), lo que confirma esta salida. A pesar de que pueda argumentarse que esta solución coincide con cierto imperativo del verbo salar, la homofonía también está a la orden del día en nuestro idioma, como sucede con la forma verbal ve, que puede proceder de ir o ver, o , que puede derivar de ser o saber, por poner un par de ejemplos.

No obstante, no han faltado las propuestas para solucionar este defecto. Los catalanes, por ejemplo, consideran natural la grafía con ele geminada (sal·le), tan propia de su lengua pero inexistente en el castellano, mientras que a los gallegos no les resulta discordante introducir un guion intermedio (sal-le), como ellos mismos hacen en ocasiones en su idioma. Otros salen al encuentro del asunto con formas del todo inusitadas: saĺle, sal'le, sadle, saile, sarle, sahle... También hay quienes abogan por esquivar el problema, ya sea dando un rodeo o separando el enclítico (sal le), u opciones tan sencillas como simplificar la doble ele (sale) o eliminar el pronombre (sal), todo lo cual no sabría decir si termina de estar justificado. Incluso hay quienes optan por atacar el problema directamente de raíz y sustituir todas las elles del español por yes, lo que tampoco parece una solución ni fácil ni coherente. Por supuesto, tampoco faltan quienes defienden admitir la excepción y no por desinterés (que también los hay y son la mayoría, claro está), sino justificándose en el uso de la doble ele que aún se hacía en el castellano antiguo, como en cogello (ahora, cogedlo).

Por supuesto, los más freaks del campo se han puesto a elucubrar de inmediato y han puesto de manifiesto muchos otros supuestos errores presentes en nuestro idioma, como la imposibilidad de expresar por escrito una hipotética ere inicial o las distintas pronunciaciones de diptongos hiatados (el caso ya tratado en la última Ortografía de guion, truhan y similares) y palabras compuestas con erre (hiperrealismo, subrepticio, abrogar...). La diatriba más interesante la he encontrado de mano de Diego Seguí, quien trata en su blog de estos temas relacionando el asunto que nos ocupa con la simplificación de la ele geminada en malograr (mal + lograr), a pesar de lo cual se queda con la grafía salle por motivos de pronunciación y contexto y apunta otro caso realmente peculiar derivado de la expresión mal llevado (maleducado): ¿mallevado o malllevado? Igualmente, me ha llamado la atención otro bloguero que puntualizaba otro posible bug: «Llevaba una vaca en la baca del coche y se me cayeron las dos [v/b]acas». En este último caso, resulta evidente que se está forzando injustificamente una sola grafía para dos palabras totalmente distintas, pero ¿quién no caería en la tentación en lenguaje hablado?



FUENTE COMPLEMENTARIA: SP DEBUGGERS